Adiós al siglo XX: la era en la que Sudamérica hizo el fútbol más bello

Dos egos grandes que chocaron y estaban repletos de competitividad en el deporte más popular del mundo. La historia de Diego Maradona y Pelé tuvo siempre una rivalidad histórica, pero en el fondo esa relación era de muchísima admiración entre dos de los tres mejores jugadores de la historia.  Una novela de cruces, dichos y comentarios que en realidad tenía un trasfondo mucho más complicado.  Sin ellos, ahora, el mundo del fútbol le dijo adiós al siglo que fue testigo de cómo Sudamericana le robó por completo el fútbol al continente europeo. Ellos lo inventaron, pero Latinoamérica lo hizo mucho más bello. 

La primera vez que se juntaron Diego y Edson Arantes do Nascimento fue a través de una gestión de Guillermo Blanco, periodista de El Gráfico. Ese día, en Río de Janeiro, Diego se cruzó con el futbolista ya retirado en Río de Janeiro. Según reveló en varias ocasiones Blanco, en aquel entonces, le pidió a la editorial que sacaba la revista recursos para hacer esa reunión posible y que sea en tapa. Uno de los periodistas históricos de esa publicación, Osvaldo Orcasitas (O.R.O) fue el que terminó de delinear el encuentro. Después de un largo viaje, finalmente, el crack de Argentinos lo conoció en una playa. 

Desde el arranque, esa absurda idea -que vende- sobre la comparación entre dos exponentes máximos del deporte los llevó a una rivalidad. En Argentina la canción sostiene que Maradona es más grande, es más grande que Pelé. Y posiblemente sea cierto, pero la imposibilidad de haberlos visto juntos en una cancha, del cambio constante y de la evolución del juego hacen que esa dicotomía quede sepultada por completo. Entre las cosas ciertas sí están las primeras imágenes de Diego hablando sobre Pelé. “Pelé es Pelé y Maradona es Maradona. Pelé es el más grande, yo soy un jugador normal”, dijo Diego en una entrevista a principio de la década del 80. 

El respeto, más allá de las picantes frases de Diego, siempre fue mutuo. Maradona estaba convencido de que Pelé era el mejor jugador que él había visto, pero también su propio autoestima lo hacía no tenerle miedo. Y al brasileño, que muchas veces salió al cruce del 10 por su cercanía con los jugadores, también le pasaba lo mismo.  Así fue como, por ejemplo, el mejor contador de anécdotas de la historia dijo que en un viaje a Qatar, él había “firmado más autógrafos que el morocho (sic)” y que por eso estaba enojado. Sin embargo, en la misma charla con TVR, Diego prosiguió: “A mi me va a pasar lo mismo con Lionel, lo más chicos no me vieron jugar. Es lógico que no me pidan tanto”.

O Rei, que tuvo una trayectoria mucho más “amigable” -por ser buenos- con la FIFA, no tuvo esa rebeldía extrema que marcó Diego y que lo convirtió en un símbolo más allá de la pelota. No obstante, el legado que entregó a lo largo de su vida tiene que ver con una revolución dentro de la cancha. Fue la primera super estrella del fútbol y fue el que transformó al Brasil que, ahora, conocemos como la mejor selección de los mundiales, en eso.  

Las realidades que hoy el mundo del fútbol ve como naturales tienen un inicio. El talento de exportación desde Sudamérica al Viejo continente tuvo inicios, tuvo gracia y tuvo exponentes. Mientras Europa se desvive por velocista y potencia, en este continente aparecen los mejores talentos, las ideas, la gracia y la posibilidad de hacer bello el deporte. En las Eras de este deporte aparecen Pelé, Diego y Messi. Los máximos jugadores de la historia, por historia, por simbología y por realidades. 

Con el adiós del brasileño, sumado al repentino adiós -que aún nos duele- de Diego, ahora esos debates sobre quien era más grande parecen lejanos. El Siglo XX futbolístico se terminó ahora, con el adiós de las máximas leyendas de la historia. Su legado de talento queda, por su puesto, en el mejor de todos que también es nuestro. 

 

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