Andrés Burgo: "Los Mundiales sólo con hinchadas europeas serían aburridos."

(Por Carlos Aletto) En “Nuestro Mundial”, el periodista Andrés Burgo construye una crónica que retrata cómo la pasión del fútbol argentino alcanzó nuevas dimensiones en el Mundial 2022 disputado en Qatar, conmoviendo a fanáticos de todas las edades, agotando figuritas y generando su propia leyenda con imágenes impresas en la eternidad como la Lionel Messi levantando la Copa o las “coreografías” del arquero “Dibu” Martínez: “Esta selección le devolvió al argentino promedio un fuego que, por distintos motivos, se estaba apagando”, dice.

Burgo es consciente de que han sido publicados en los últimos meses textos variados sobre el Mundial desde Qatar, pero aún así él quería contar la fiesta que se vivió en la Argentina. Por eso “Nuestro Mundial”, publicado por Aguilar, es una crónica detallada del fenómeno social que sucedió en el país a fines del año pasado y de cómo sigue replicando esa euforia.

Para el periodista, el Mundial se ganó en Qatar y se vivió en Argentina: “Mis respetos totales a los 40.000 argentinos y argentinas que estuvieron en Doha -y también mi admiración y casi mi envidia-, pero no dejan de ser una minoría respecto a quienes en el país salimos a las calles y nos emocionamos como nunca pensamos que la selección podría hacerlo”, explica el periodista deportivo, que nació en Buenos Aires en 1974.

Desde temprana edad, su pasión por el fútbol se vio influenciada por el ambiente festivo del Mundial Argentina 1978, que se convirtió en su primer recuerdo de vida. Con una trayectoria literaria destacada, Burgo ha publicado ocho libros hasta la fecha, entre los que se cuentan “Diego dijo. Las mejores 1000 frases de toda la carrera del 10”, escrito junto a Marcelo Gantman; “Ser de River en las buenas y en las malas” (2011); “El último Maradona. Cuando a Diego le cortaron las piernas”, en colaboración con Alejandro Wall en 2014; “El partido. Argentina-Inglaterra 1986” (2016), traducido al francés, portugués y próximamente al italiano; “La final de nuestras vidas” (2018); “River para Félix” (2019) y “Nuestro viaje. 85 horas de caravana para ver a River” (2020). Actualmente contribuye con su escritura en Tiempo Argentino, El País y TyC Sports.

En el texto, el periodista echa mano a sus vivencias personales para construir una crónica emotiva acerca de todo lo que siguió a la obtención del Mundial y destaca los matices extraordinarios que tuvo esta instancia más allá del resultado final: “Por primera vez en mucho tiempo, no hubo grieta. No estoy en contra de la grieta ni la demonizo pero sí fue impresionante cómo, por primera vez en mucho tiempo, hubo una misma dirección en Argentina: todo el pueblo con un objetivo en común”, indica en entrevista con Télam.

-Télam: ¿Cómo describirías la importancia del fútbol en la cultura argentina y cómo influye en la identidad nacional?

-Andrés Burgo: La respuesta está en el regreso de la selección al país después de Qatar, esas 5 millones de personas sólo en el Gran Buenos Aires y Capital Federal. Argentina no sería el mismo país sin el fútbol: es un orgullo de sus ciudadanos, una parte de su cultura, un rasgo de su identidad nacional, un punto de encuentro, incluso a partir de la disidencia. A la vez, Argentina es para el fútbol mundial una parte muy importante para su historia, en especial de los últimos 50 años: ganamos tres Mundiales y brillaron Diego Maradona y Lionel Messi. Si sumamos el fútbol en blanco y negro, no seremos el país que ganó más Mundiales en total, pero ninguno otro puede jactarse de que dos de los tres mejores jugadores (y hasta podríamos sumar un cuarto, como Alfredo Di Stéfano) son de aquí. El tema sensible es que, en los últimos años, la pasión por el fútbol en el país se estaba yendo hacia los clubes, en desmedro de la selección, como si fuese esa foto de “Volver al futuro” que se desteñía cada vez más. Hasta veíamos muchos chicos en las plazas y en las calles con camisetas de clubes europeos. Esta selección, la Scaloneta, le devolvió al argentino promedio un fuego que, por distintos motivos, se estaba apagando.

-T.: ¿Creés que el fenómeno social y la euforia que rodea a los Mundiales de fútbol son únicos en comparación con otros eventos?

-A.B.: Acá debo decir algo antipático, pero cierto: depende mucho también de los resultados y de la posición final de la Selección. Si hubiésemos perdido contra México, este Mundial ya habría quedado en el olvido. La experiencia de la Copa Libertadores 2018, con los dos clubes más populares del país involucrados, también movilizó a gran parte de la Argentina: fue un Mundial de dos equipos. Pero sí es cierto que el Mundial de la FIFA tiene algo transversal: en Qatar 2022, por primera vez en mucho tiempo, no hubo grieta. No estoy en contra de la grieta ni la demonizo pero sí fue impresionante cómo, por primera vez en mucho tiempo, hubo una misma dirección en Argentina, todo el pueblo con un objetivo en común. La Scaloneta unió. Desde ese punto de vista, sí, no se me ocurre otro fenómeno social similar a los Mundiales: pero además acá todo fue a favor: se jugó en nuestro verano, se sumó un Messi en estado de gracia y una Selección que, por diferentes motivos, en la gente cayó mejor que el resto de las anteriores. Y también los dispositivos electrónicos: veíamos videos que nos hacían reír mucho y retroalimentaban nuestro orgullo y ganas de festejar.

-T.: ¿Qué significado tiene para vos la experiencia de compartir un Mundial de fútbol con tu hijo?

-A.B.: Por mi trabajo tuve la posibilidad de cubrir algunos Mundiales y Juegos Olímpicos pero esta vez, por diferentes motivos, entre profesionales y personales, debía quedarme en Buenos Aires. Podría haberlo lamentado mucho tiempo pero encontré un gran motivo para mirar la parte positiva: estaría junto a mi hijo, Félix, que entonces tenía 6 años, el primer Mundial con conciencia de su vida. Cuando le ganamos la final a Francia, en medio de la locura, la conmoción y las lágrimas, corrí hacia él y le dije “esto no te lo olvidás más”. Todos tenemos una imagen de este Mundial, una imagen personal, y me gustaría que la suya fuera esa, el abrazo con su padre, aunque fuera la de un hombre de 48 años totalmente conmocionado, fuera de sí incluso. El primer recuerdo de mi vida son los festejos de Argentina 78: tenía poco menos de 4 años.

-T.: Mencionás que en cierto punto perdiste el interés en la selección argentina. ¿Qué fue lo que cambió en este Mundial en particular que te hizo recuperar la pasión y el entusiasmo?

-A.B.: Que me estaba perdiendo una fiesta hermosa. Empecé el Mundial como muchos de mi generación, los que ya “habíamos ganado” un Mundial, incluso dos, los del 78 y 86, mirando de costado a Qatar 2022, metidos más en los asuntos de nuestros clubes. Escuché muchas veces, mientras Argentina jugaba sus primeros partidos, “¿Qué preferis, que la selección gane el Mundial o tu equipo, la Copa Libertadores?”. Y la respuesta se decantaba por la segunda posibilidad en la gran mayoría de los casos. Con el correr del Mundial, y ver la locura que se desataba, la selección nos empezó a absorber como no pensábamos que era capaz. El fútbol de clubes suele tener mucho amor por el odio, diferenciarse del rival. Aquí era una marea celeste y blanca.

-T.: ¿Por qué considerás que el Mundial de México 1986 fue tan significativo en tu infancia?

-A.B.: Hay dos tipos de Mundiales significativos: los primeros de nuestras vidas y los que gana Argentina. Y así como ahora los chicos de entre 5 y 15 años, aproximadamente, tuvieron su bautismo triunfal, en México 1986 yo tenía 11 años. Los Mundiales iniciáticos forman parte de un descubrimiento. Y si coinciden con un título de tu país, es como tachar la doble generala. El gran Mundial de mi vida siempre fue México 86, también por Maradona, claro. Pero éste…. será el gran Mundial de mi hijo. Y entonces lo siento como mío.

-T.: ¿Cuál es tu visión sobre el cambio de actitud de los hinchas argentinos hacia los Mundiales a lo largo de los años?

-A.B.: Es curioso: primero no existieron los hinchas de los clubes sino que primero existieron los hinchas de la selección. Ya en el primer partido de Argentina, en 1902 en Montevideo, viajaron cientos de hinchas en barco: estamos hablando de una época en que no había jugado ninguno de los cinco grandes. Recién después del primer Mundial, en 1930, el hincha argentino empieza a dividir su amor entre los clubes y la selección. Casi siempre hubo hinchas argentinos en los Mundiales, pero empezó a multiplicarse a partir de 1994, cuando se acrecentaron las posibilidades de viajar en avión. Hoy la AFA debería cobrarle a la FIFA derecho de regalías por su hinchada en los Mundiales. Los Mundiales solo con hinchadas europeas serían aburridos.

Con información de Télam

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