Carta abierta a Ginóbili: Manu, siempre estuviste en el momento y lugares indicados; ¡qué locura, Dios!

Todo parece un sueño. Una de esas películas que uno imagina con un final feliz.

Sé que no aprendiste a jugar porque a los dos años te ponía las sillas en la cocina para hacer zig-zag… Sé, también, que de ahí no salió el Euro Step… Sé que tu parábola de lanzamiento no cambió por el guante que traje de Estados Unidos para que no apoyaras tu palma zurda… Y también sé que no fue trascendente hacerte debutar en el profesionalismo y en la Liga. Eso fue algo circunstancial ya que, como ocurrió con tus hermanos o Pancho Jasen, ellos coincidieron en comenzar su camino de liga conmigo.

Por méritos propios, llegaste a jugar en grandes niveles, en los mejores, con y contra los mejores. Pero este reconocimiento superó todo tipo de sueños a los que vos aspirabas de niño, en tu habitación con el poster de Jordan o en esa cocina, midiéndote tu estatura cada día en la heladera. Tu obsesión estaba, junto a tu carácter inquieto y rebelde, desde tu misma infancia.

Recuerdo cada viaje mío a Estados Unidos, a cuyo regreso te traía las famosas medias tubulares o me pedías algo de Golden State, tu equipo favorito. ¡Mira qué casualidad!

Pasado mañana, y en tu noche, distinguen además a unos de aquellos monstruos de los ’90, Tim Hardaway, un Warrior legítimo y emblemático. Las vueltas de la vida llevarán a que, tu admirado Mr. Crossover, una de tus inspiraciones más grandes en tu carrera deportiva, será ingresado en el Templo del básquetbol en la misma noche que vos. ¡Increíble!

Yo, sabés como soy, aún no puedo creer todo esto. Es una locura que para tus padres resulta algo natural, tanto como para vos. Pero a mí, de corazón, todavía no me cierra…

Sigo sin entender algunas cosas, más allá de que siempre ESTUVISTE EN EL MOMENTO Y LUGARES INDICADOS, con tremendos entrenadores como el gran Ettore (Messina) y el maestro POP (Greg Popovich) que te dieron todos los fundamentos, conceptos maravillosos para tu juego que te hicieron brillar.

En el vuelo pensaba: “¿Cómo puede ser que todo se te haya dado, y de menor a mayor, atravesando por distintos niveles y con pasos totalmente lógicos y ganados en cada competencia donde permanecías?”

Sobresaliste como el mejor debutante de la Liga 95/96; luego eras indetenible en Bahía; después fuiste el mejor de Italia, luego de Europa y terminaste ganando cuatro anillos en la NBA. ¡Y encima esto! ¡Qué locura, Dios!

View this post on Instagram

A post shared by Manu Ginobili (@manuginobili)

Fue tan maravilloso tu recorrido, que en todos lados dejaste huella. Y todos tus entrenadores te amaron, ya que figuraste en TODOS LOS RUBROS de una planilla técnica (el único ROBO que no te hicieron figurar, fue el de aquel 31 de octubre, justo en Halloween, cuando recuperaste un MURCIÉLAGO…).

Hiciste ganar con tu competitividad a todo entrenador que estaba a tu cargo y a cada club al que has representado. Pensaste siempre de la misma manera y, SIN FRASE HECHA, SIN VERSO: primero lo colectivo y luego lo individual. Sos el ÚNICO, CREÉME, QUE VI ACTUAR Y PENSAR ASÍ EN MI CARRERA COMO HOMBRE DE BÁSQUETBOL.

Sabés que conviví con tu educación familiar, y sin bien no fuiste todo lo que quería tu madre (no finalizaste el secundario -al menos por derecha-) NI TE RECIBISTE DE CONTADOR… Fuiste rebelde e inquieto, siempre buscando objetivos claros, definidos. Como también lo hiciste cada año para mejorar tu juego en tu tiro o flotadora, hasta construir una carrera de locos.

Más maravilloso aún, fue que hayas sido un distinto sin haber tenido un aro en tu casa, algo que esa mujer (tu madre, Raquel) jamás permitió por las plantas…

Otra cosa sorprendente es que hayas llegado a ser integrante del Salón de la Fama siendo suplente… Pero de inmediato se encuentra explicación al recordar tus demostraciones de felicidad ante el éxito de tu equipo, independientemente de que a veces hicieras pocos puntos o directamente, ni te pusieran… O al revés, cuando te tocaba ser el destacado de un partido pero tu equipo perdía, tu tristeza se reflejaba en tu rostro y era indisimulable. Hasta en eso te diferenciaste del resto.

Fuiste increíble, un elegido al que a su talento natural le sumó trabajo y más trabajo, para potenciar las bases de lo que siempre tuviste: EDUCACIÓN FAMILIAR Y GRANDÍSIMOS ENTRENADORES. ¿Qué más se puede pedir?

Sinceramente, sabés que te conozco desde que naciste, pero eso no me habilita para tener todo claro con vos: ¿Te cuento? Todavía no sé qué fue lo más importante en tu juego, si TU MENTALIDAD O ATLETICISMO…

Disfrutemos esto, Emanuel. Más que merecida tenés semejante gala.

Similar Posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *