Del estigma de las machonas al fútbol profesional

Desde hace siglos que el universo se divide de forma taxativa y binaria: color celeste para el varón y rosa para la nena; en Navidad a los chicos les regalan un short, y a las chicas un vestido de flores; el disfraz de super héroe para él y de princesa para ella; el juego por excelencia de los nenes es la pelota, y el de las nenas es el bebote o la cocinita. Algo que parece tan inofensivo como un regalo, una prenda de ropa o un color, se trata en realidad de símbolos y referencias que desde que nacemos influyen directamente en nuestra vida y nos van demarcando el camino de lo posible, de lo que podemos o no hacer.

El 8 de julio comenzó a disputarse en Colombia la Copa América de Fútbol Femenino, en la que participa la Selección Argentina. En ese marco la periodista y relatora Natalia Maderna compartió en su cuenta de Instagram una foto de un festejo de gol entre las jugadoras Estefania Banini y Yamila Rodríguez. A partir de esa publicación recibió un mensaje que decidió difundir para reflejar el sentir general de varias generaciones de mujeres que no tuvieron acceso ni la posibilidad de soñar con ser jugadoras de fútbol: “Si en los 00 no me hubieran dicho machona o sacado la pelota, o mis compañeros del colegio no me hubieran cargado por devolverles la pelota pateando y no con las manos, capaz hoy sería otra la historia. Me invalidaron el fútbol toda la vida como jugadora. Lo anulé, solo me permitieron ser hincha de River y hasta ahí. Mi máxima rebeldía fue ser enferma de River. Es el día de hoy que no puedo patear una pelota sin pensar en el qué dirán. Se me estruja el corazón de pensar lo feliz que hubiera sido. La única vez que lo pude jugar en el colegio metí un gol y no me voy a olvidar en mi vida”.

El tuit se viralizó y empezaron a llover historias similares: “No podíamos ni jugar al fútbol, a mí me encantaba pero creo que no lo veía como una posibilidad, no podía ni imaginarlo, sólo me compraba la revista Super Fútbol y pegaba los stickers en mi cama”, cuenta @LicFernandaG; “Cada tanto me pasa, el único deporte que quería jugar de chiquita era fútbol y jamás me dejaron, cuando paso por una cancha y veo pibitas jugar, se me ilumina el corazón de la emoción . Quien sabe qué hubiera sido, dicen que nunca es tarde pero no es fácil borrar ese sentimiento”, relata @lulumiluH; “A mí me pegaron un pelotazo en el recreo y me salió sangre, y la maestra me reto diciendo que eso me pasaba porque era una machona”, dice @NatR3y; “En casa nunca me dejaron, en la escuela algunas veces los gurises me dejaban jugar en el recreo, algunas veces no me la pasaban y otras ni bien agarraba la pelota me mataban a patadas, a los 18 tomé la decisión de empezar a jugar, porque ya era ‘mayor’ y podía tomarla”, cuenta @AntoAquinno; “Yo tuve que trabajar para empezar a pagarme los entrenamientos porque no me querían llevar a jugar. No era de nenas”, agrega @Arisampedro.

“¿Por qué la mujer no debe practicar el fútbol?”

Machona, marimacho, varonera. Para la Real Academia Española la definición de “machona” es “dicho de una mujer: De hábitos hombrunos”, y “marimacho” significa “mujer que en su corpulencia o acciones parece hombre”. Expresiones como esas sintetizaban un estigma que hace unos años recaía sobre las mujeres que jugaban al fútbol, se interesaban por los deportes, iban a la cancha o juntaba figuritas del mundial.  Las mujeres que osaban correrse un centímetro del límite que el patriarcado había impuesto a sus roles eran burladas y denigradas. Hoy comienzan a salir a la luz las vivencias de generaciones enteras de mujeres que sufrieron este tipo de discriminación y cuyos sueños se vieron truncados.

El 15 de enero de 1921 la revista El Gráfico publicó un artículo escrito por el jugador inglés Andy Ducat que se titulaba “¿Por qué la mujer no debe practicar el football?”. El texto analizaba el comportamiento de las mujeres que jugaban y cómo eso generaba desconfianza de “los expertos”. Además sostenía que la mujer podía ganar musculatura y convertirse en “marimacho”. Durante mucho tiempo en países como Inglaterra, Brasil y Alemania existieron disposiciones que prohibieron el fútbol femenino porque se trataba de un deporte demasiado “macho” y peligroso para el sexo ‘más débil’, que ponía en riesgo el sistema reproductivo femenino.

Desde la infancia entran en juego las reglas culturales sobre el comportamiento considerado normal para varones y mujeres. El de la violencia de género simbólica en las escuelas e infancias se trata de un hecho social complejo que empieza en las mismas instituciones formativas encargadas de administrar los espacios de socialización. Las instituciones educativas y recreativas cumplen un rol central en el adoctrinamiento de los cuerpos sexuados al incentivar a los varones a jugar a deportes como el fútbol, y limitar a las niñas a participar de actividades vinculadas a los estándares de la femineidad, como la gimnasia artística, la danza, o el baile. Al considerar el deporte un terreno perteneciente a lo masculino, lo varonil, lo muscular, lo competitivo, los niños se mueven en una zona libre que no existe para las mujeres.

Estas desigualdades van impregnando nuestra forma de ver el mundo, actuar, y pesarnos. En su libro “Mitomanías Argentinas”, Alejandro Grimson señala que los mitos que nos construimos nos condicionan en la forma de vernos pero también al momento de proyectarnos en el futuro. Un siglo después de ese artículo, y a pesar de que términos como marimacho o machona han quedado un poco en desuso, el fútbol y el deporte siguen siendo territorios patriarcales y masculinizados. 

Según el “Relevamiento Federal por un Deporte Igualitario”, del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y la Secretaría de Deportes de la Nación,  en nuestro país se observa “una marcada diferencia en las instituciones en cuanto al género”. El dato más llamativo es que sólo un 37% de los clubes les brinda a las mujeres un acceso total a los deportes; un 25% acceden a 3/4 o más; el 35% accede a la mitad de los deportes; el 5% accede a la mitad o menos; y el 1% no permite el acceso de mujeres.

Los obstáculos en el camino hacia la profesionalización del fútbol femenino

Cada vez son más las mujeres que juegan al fútbol profesionalmente y existen campeonatos femeninos altamente competitivos a nivel de audiencia y rentabilidad en Europa, Estados Unidos o Brasil. No obstante persisten barreras estructurales y simbólicas que limitan el acceso de las mujeres y disidencias a la práctica, y además posteriormente reducen las posibilidades del desarrollo de una carrera deportiva. En nuestro país  el 16 de marzo de 2019 el presidente de Asociación de Fútbol Argentino  (AFA) Claudio “Chiqui” Tapia anunció el inicio de un proceso de profesionalización. A más de 3 años, según el INADI, persisten fuertes inequidades en dos dimensiones: las diferencias en las condiciones laborales y contractuales entre varones y mujeres; y por otro lado la falta de profesionalización de las jugadoras, que limita el desarrollo sostenible en el tiempo de una carrera profesional.

En los equipos de primera división del Campeonato argentino solamente el 55% de las futbolistas son profesionales, a pesar de que son todas trabajadoras y su tarea deportiva implica esfuerzo físico y sacrificios sociales. Además, según la AFA,  la remuneración que reciben en los clubes de la máxima categoría es de 37.800 pesos brutos, lo mismo que ganan los varones de la Primera C. Se trata de una cifra que representa el 2% del sueldo de un varón profesional de primera categoría y un monto muy por debajo de la canasta básica. Ya en 2020 un documento del INADI advertía que los bajos salarios y la falta de financiación “genera que en la mayoría de los casos la práctica de fútbol no puede ser una carrera laboral sostenible” (INADI, 2020).

A la falta de inversión y apoyo financiero público o privado, se suman otros inconvenientes como la necesidad de buscar otros trabajos ante la imposibilidad de vivir del fútbol, la falta de un marco regulatorio que fije condiciones laborales dignas y universales;  la maternidad, que en un contexto de informalidad plantea un gran obstáculos; la falta de acceso a instalaciones adecuadas y espacios habilitados; los elementos en malas condiciones; y hasta la falta de cobertura médica en los partidos.  Según ONU Mujeres Argentina: “eliminar la brecha salarial de género es esencial para promover un deporte equitativo, inclusivo y diverso, para que todes quienes quieran desarrollar una carrera deportiva puedan hacerlo sin barreras y sin violencia”.

La representación de las mujeres y disidencias en el deporte

El complemento a la estigmatización es la invisibilización de la práctica y es aquí donde los medios de comunicación, en particular los deportivos, desarrollan una tarea clave. Lo que ocurre es una suerte de profecía autocumplida. Las empresas de contenidos entablan una relación simbiótica con el deporte profesional de alto rendimiento masculino, y su audiencia, y al mismo tiempo silencian e invisibilizan el deporte femenino. Esto se puede explicar en principio desde una perspectiva meramente económica, ya que los eventos deportivos que más rating e ingresos generan siguen siendo de varones, y sobre todo el fútbol profesional, y en segundo lugar porque los dueños de los medios, quienes deciden sobre programación, cobertura, patrocinadores y la compra de derechos televisivos son varones y no tienen ningún tipo de interés en transformar la desigualdad. Esto produce un círculo de poder económico y político inaccesible para las mujeres que aparecen de forma esporádica en eventos masivos como los Juegos Olímpicos.

En febrero de este año un programa del famoso canal de deportes Torneos y Competencias fue escenario de una polémica que funciona como un ejemplo paradigmático de la matiz ideológica y operativa que tiñe las coberturas del género: mientras se especulaba sobre la posible vuelta del jugador Lucas Alario a River, el canal decidió contactar a su pareja, la Leona Agustina Albertario, para consultarle por las chances de que el pase se concretara. Para lograr que saliera al aire la engañaron asegurándole que hablarían de hockey: “4 llamadas perdidas y un mensaje preguntándome algo de mi carrera… pero cuando me sacan al aire me preguntan cosas de FÚTBOL y de mi novio. ‘La pareja de ALARIO’. Gracias por la nota, tuiteo después les paso el celular de Luqui así le preguntan de su carrera a él” escribió como descargo en Twitter la jugadora de la liga belga.

El último mes se jugaron en el mundo dos competencias internacionales de elite que involucraron a Seleccionados Nacionales Femeninos: la Copa América de Fútbol Femenino, en la que hasta ahora se llegó a semi finales y de ganar Argentina clasificará a la Copa del Mundo 2023; y el Mundial de Hockey sobre Césped femenino, donde el equipo nacional se consagró Subcampeón del mundo,  por debajo de Países Bajos. Cabe recordar que las Leonas se han convertido en una marca registrada del deporte albiceleste y eran claras candidatas a los laureles teniendo en cuenta que, hace solo semanas, se consagraron campeonas de la Hockey Pro League . Sin embargo ninguno de los eventos pudo verse en canales de aire, en la TV Pública o DeporTV.

La responsabilidad de incluir los torneos en las listas de acontecimientos deportivos de interés relevante, para que sean transmitidos en un canal público, es del Consejo Federal de Comunicaciones (Cofeco), instancia que debe ser convocada por la ENACOM. Pero la última vez que fue presentada una lista de eventos fue el 1° de diciembre de 2015, a pocos días de que finalizara el mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Cuando asumió Mauricio Macri modificó la política y determinó que la TV Pública sólo emitiera como “interés relevante” los partidos oficiales de Eliminatorias, Copas Américas y Juegos Olímpicos, y para todo el resto de los eventos el canal debía decidir si adquirir los derechos para su transmisión, abriendo la competencia por la primera división a multinacionales como Fox-Turner, ESPN y MediaPro.

La visibilización de las competencias deportivas de mujeres y la representación de mujeres deportistas en los medios debería ser contemplada en el marco de la Ley 26.485  de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, con el fin de romper las barrera simbólicas y el techo de cristal que separan a las mujeres de sus proyectos y sueños. La intención debe ser romper con la baja representación de las mujeres en estos espacios e incentivar imaginarios por fuera de los roles tradicionales.  El deporte es espacio fundamental para ejercitar la identificación y socialización primaria. Pero además es un dispositivo de lucha contra la violencia de género en tanto rompe con estereotipos aprendidos y permite la revinculación de las mujeres con la corporalidad y sus capacidades desde el lugar del placer, la diversión, la fuerza, e incluso el trabajo. El deporte competitivo debe ser considerado como una actividad y un futuro posible, entre otros, para varones, mujeres y personas ni binarias.

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