El camino ha sido maravilloso: ¡Vamos nosotros!

La canción que se hizo carne durante el Mundial habla de una ilusión. De la posibilidad de que algo que esperamos con ansias, por fin, ocurra este fin de semana. El anhelo de sonreír y de abrazar después de que un árbitro polaco toque el silbato está presente y genera mariposas en la panza. El día que esperábamos puede haber llegado, pero en el medio la Selección Argentina de fútbol entregó algo más: un sueño, una identificación. 

La “Scaloneta” va a jugar la final de la Copa del Mundo. El apodo que recibió la Selección y que tan poco le gusta a su entrenador, Lionel Scaloni, hace pensar en un grupo que consiguió una unión y que con voluntad alcanzó una oportunidad. Sin embargo, un poco alejado de esa realidad, lo cierto es que el equipo que llegó a la final del Mundial no es tan solo un conjunto de voluntades divertidas y “buena onda”. Por el contrario, es un equipo serio, prolijo, capaz, competente, idóneo y que no solo demostró “garra” y “voracidad”, sino que también entregó capacidad. Buen juego, inteligencia. 

El equipo que conforman Lionel Messi, Rodrigo De Paul, Dibu Martínez, Lionel Scaloni, Pablo Aimar y otros tantos jugadores que, por un tema de espacio, es difícil nombrar demostró estar a la altura de la rica historia de la Selección Argentina de fútbol. La celeste y blanca que tiene en su haber, ahora, seis finales, dos Copas del Mundo -ojalá tener que editar esto-, dos revoluciones tácticas, quince Copas Américas y a los dos mejores jugadores de toda la historia. Entre ellos, el mejor futbolista de todos los tiempos y al hombre que más hizo por la cultura futbolística a nivel Mundial.

Entre potreros y clubes de barrio, los jugadores forjaron su identidad y su talento. Los futbolistas que están, ahora, en la final de la Copa del Mundo ya son parte de la rica historia popular que deja el fútbol en cada uno de los rincones del país. Después de un duro golpe ante Arabia Saudita, cuando muchos creían que la ilusión con la que se llegaba a Qatar se había terminado, el grupo entregó una nueva respuesta. La resiliencia, esa palabra que parece haberse puesto de moda en los últimos tiempos, apareció en formato de tranquilidad y calma para afrontar un duro camino hasta donde están.

En el medio de ese camino aparecen momentos turbulentos. A ese mazazo que fue la derrota ante Arabia Saudita se le sumó el golpe, casi directo al corazón, de Países Bajos en el minuto 100. Un encuentro caliente por las declaraciones de un entrenador presuntuoso y maleducado que se alejó de su lugar y se metió en el barro contra el hombre que mejor jugó a la pelota en toda la historia del fútbol. El bocón neerlandés confundió a Lionel Messi con una máquina y pensó que nada lo iba a movilizar aun más, pero se olvidó que la camiseta número 10 de Argentina tiene impregnada una rebeldía maradoneana. Messi tomó eso y lo elevó. Cada movimiento dentro de la cancha fue justo y necesario, entendiendo que lo vulgar es el lujo y no una repuesta contundente a un hablador. 

Luego de esas continuas muestras de carácter, la Selección encontró el pase a la final. Lionel Scaloni guió a la final de la Copa del Mundo a un equipo que tomó hace cuatro años. Es el primer entrenador en más de 20 años que termina el ciclo previo al Mundial. Todo el resto tuvo menos de dos años para trabajar.  En el medio de este camino largo y sinuoso, el entrenador se apoyó en el viento de cola del apoyo popular que fue impulsado por las críticas bocaflojas de gran parte del periodismo que dice saber de deportes. En el medio de una competencia en el que muchos de ellos llamaron a “pensar” si convenía ganar un título, Scaloni dio un paso más y lo ganó. Después continuó el camino con victorias y triunfos que terminaron de solidificar la unión entre hinchas y Selección. 

Así, luego de levantarse y trabajar en silencio, el equipo unido llegó una final del Mundo. Una final del Mundo que todos estábamos esperando. Una final del Mundo que nos llena de ilusión, que es lo principal que tenemos que tener.  El camino recorrido hasta aquí fue maravilloso. Vamos nosotros.

 

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