Mucho más que once millonarios: un equipo que nos hace felices

Un encuentro entre dos selecciones que de a poco se va convirtiendo en un clásico del fútbol mundial. La Argentina y Países Bajos jugaron algo más que el pase a semifinales porque arrancó “picante” desde la previa con las declaraciones del DT neerlandés.

– “Messi es el mejor jugador del mundo pero cuando no la tiene Argentina juega con uno menos”, dijo Louis van Gaal sobre Lionel afirmando además que “si tenemos que llegar a los penales, creo que quizás ahora estamos en ventaja” intentando menospreciar de manera increíble al “Dibu” Martínez.

-“Hablaron muchas boludeces antes del partido y eso me dio mucha fuerza. El técnico lo dijo, yo hice la captura y me lo guardé en el celular”, declaró el arquero. “Prendió la dinamita”, agregó.

Un partido en el que Lionel Scaloni, el técnico más joven de este mundial le ganó el duelo táctico al DT de más edad, acertando una vez más con la línea de 5 en la que los laterales Nahuel Molina y Marcos Acuña se transformaron en delanteros logrando así la superioridad numérica y abriendo la cancha en campo holandés. Además, el “Cuti” Romero, Nicolás Otamendi o Lisandro Martínez fueron opciones para salir jugando por el medio y por abajo, buscando la descarga en Enzo Fernández pero también interviniendo quirúrgicamente a cielo abierto y sin anestesia a algún rival cuando es necesario.

Sobre esta base sólida la Selección empieza a construir el juego. Un mediocampo de buen pie que intenta buscar a Messi pero no de manera excluyente: tiene paciencia y busca circular la pelota de un lado al otro (jamás van a leer aquí “bascular”) para generar los espacios.

Y en una de esas excursiones a campo rival, llega la definición de Nahuel Molina luego de recibir la habilitación sin mirar de Messi. Y cuando digo sin mirar, digo sin mirar. Y el delirio se adueña del festejo en las tribunas. Llegó en el segundo tiempo el gol de nuestro capitán desde el punto del penal, abriendo el pie izquierdo y acariciando la pelota para que entre mansamente al fondo del arco de Andries Noppert. Los brazos abiertos  del 10 ofrendan a toda la humanidad su gol y la alegría. Porque de esto trata también este hermoso deporte: nos puede hacer muy felices.

Pero esto es un Mundial y el árbitro español, con su deseo de tener un papel protagónico en la película cuando sólo estaba invitado para un rol secundario, más las torres de casi dos metros que el teórico del futbol “lindo y bien jugado” nos clavó en nuestra propia área, complicaron la tarde. “De lunes a sábados todos somos menottistas, los domingos somos bilardistas”, me gusta afirmar cada tanto en charlas que no conducen casi a nada. A veces los hechos me dan la razón. Pero es una discusión para otro momento. “Van Gaal vende que juega bien al futbol y metió pelotazos nada más”, agregó Lionel en una rara sintonía con este retirado volante central. 

Y así nos encontró la definición por penales. Con la sensación de que no podía haber una injusticia tan inmensa como para que no ganemos este partido. Y una vez más el “Dibu” se agrandó en el arco y achicó a los rivales. Llegó el gol de Lautaro y la explosión contenida. Ahí vale tanto el llanto como una buena puteada de desahogo. O el “Topo Gigio” de Lionel Messi a Van Gaal. Que años antes fue patentado por Juan Román Riquelme frente a un ex presidente de Boca. Ustedes entenderán por qué no escribo su nombre al menos hasta que termine este Mundial.

La alegría, la felicidad, las lágrimas, los abrazos. Todas las expresiones que nos hacen orgullosos de nuestros colores son válidas para quienes amamos a este país más allá de lo complicado que son estos tiempos desde casi todos los puntos de vista.  Pero también hay de los otros. 

Desde hace unos días y a medida que la Selección Argentina fue avanzando en este Mundial de Qatar se alzaron las voces de personajes tan nefastos como conocidos que le auguran -y desean- un mal destino. Y un pronto final, claro. O periódicos en el que tristes seres que se sientan a escribir sus notas se obligan (o los obligan) a titularlas cargadas de desánimo y desesperanza. Hacen malabares con el teclado en las redes sociales intentando generar en nosotros los peores sentimientos para con esta Selección. Y usted se puede estar preguntando por qué luego del sufrido triunfo frente a Holanda (si, ya sé…Países Bajos, pero para los futboleros siempre será Holanda) arremetieron con más fuerza, sin destacar los ribetes épicos de un partido que quedará en la historia del futbol mundial, sino en el “mal comportamiento” de los jugadores en el final.

No será que esta vez Lionel Messi, en el enorme Estadio de Lusail en el que más de 80 mil espectadores lo vieron moverse entre camisetas de color naranja con esa habilidad que tanto le conocemos y ante la que caen rendidos a sus pies millones de personas de distintas nacionalidades, se atrevió esta vez a moverse de la corrección política que algunos de dudosa moral tanto festejan y se paseó por la galaxia maradoneana que tanto detestan. Un universo que al sobrevolarlo vemos que la incorrección que forma parte del adn de nuestra argentinidad al palo es moneda corriente.

¿Nos debería sorprender? Claro que no. Porque el odio a todo lo que tenga olor a popular los mantiene vivos, es su razón desde la cual se constituyen. Y hoy lo que nos une, nos reúne y nos representa como argentinos y argentinas es esta Selección. ¿Festejamos las atajadas del “Dibu” Martínez y el último penal de Lautaro? Claro que sí. Dejaron afónicas miles y miles de gargantas ¿Celebramos el equilibrio y el trabajo de Lionel Scaloni y su cuerpo técnico? Por supuesto. Estudiar y preparar cada partido de distintas maneras, teniendo en cuenta a quienes nos vamos a enfrentar. Pero por sobre todas las cosas, nos identifica con ellos su entereza, lo que pusieron en cada momento complicado -que los hubo y varios- que tuvieron que enfrentar. Salen a pelearle a las dificultades y a los problemas. ¡Mirá si no nos van a representar!

Y en ese abrazo final, en ese racimo de camisetas celestes y blancas en el césped del Lusail también estuvimos millones de argentinos y argentinas compartiendo nuestra alegría. Porque el futbol es una de las manifestaciones culturales populares de las cuales los odiadores no se pueden apropiar. En esos once con la camiseta argentina aún resiste y se esperanza de manera rebelde la alegría de todo un pueblo.

“Cómo pueden festejar, si son once millonarios que corren atrás de una pelota” se leyó en estos días a quienes dan lecciones de moral subidos al falso púlpito de una sospechosa integridad. Si, son millonarios que se han ganado hasta el último mango corriendo detrás de la redonda y de sus sueños desde que tienen memoria. Resignaron en muchas ocasiones las vivencias de cualquier pibe de 13 o 14 años, que se decide por una carrera que no siempre garantiza el éxito y que a veces suele ser bastante cruel. Son los que con su trabajo y una dosis exacta de buena suerte los hizo millonarios y hoy nos hacen felices. 

Esos millonarios son criticados muchas veces por viajar en aviones privados. Pero en ninguno de esos vuelos viajaron jueces federales, dueños de empresas periodísticas y funcionarios de algún partido político. Estos son distintos. Sin embargo, hay otros millonarios a los que su papá y la meritocracia pudieron haberle llenarle los bolsillos de dinero, pero jamás harán felices a nadie.

La historia se seguirá escribiendo este martes a partir las 16 horas frente a la Selección de Croacia que merece el mayor de los respetos. Como hasta ahora nuestra selección respetó a cada uno de sus rivales, hasta que alguno te quiere venir a ganar la parada de manera prepotente. Allí aparecerá el equipo de barrio, con toda su incorrección política que nos hará explotar el pecho de orgullo.

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