FUTBOL – Argentina antes de las Copas América en Estados Unidos: de las dudas en 2016 a la confianza absoluta en 2024

De la frustración a la alegría. De la agonía al éxtasis. De un equipo perdedor de finales a uno campeón de todo. De la incertidumbre por volver a quedarse a las puertas de la gloria a llegar con la máxima confianza. Así es el marcado contrapunto de la última década de la Selección Argentina, que volverá a disputar una Copa América en Estados Unidos ocho años después.

La ausencia de conquistas del seleccionado mayor y las frustraciones recientes acompañaban a Argentina en 2016. Más allá del deseo de vencer, los fracasos se acumulaban uno tras otro. Con matices, pero siempre sin la copa en las manos de un capitán albiceleste desde aquel binomio 1991-1993. El espíritu era negativo.

El aura ganador que renació a partir de la Copa América de Brasil 2021 cambió todo. El equipo dirigido por Lionel Scaloni, que había comenzado su ciclo en 2018 como interino para estirar la elección de un nuevo entrenador, Argentina izó su bandera hasta lo más alto con el equipo de los que habían mirado a Messi por televisión y, de repente, lo tenían como compañero. Ahí comenzó el círculo virtuoso que luego incluyó la Finalísima y la Copa del Mundo de Qatar 2022. Con ese espíritu positivo, vuelve a Estados Unidos. Para ganar, porque ahora sabe cómo hacerlo.

Tres finales en tres años: tres derrotas de Argentina

Después de la caída en la final de la Copa América 2015, por penales ante el anfitrión Chile, las críticas para el seleccionado argentino y sus protagonistas crecieron exponencialmente. Tanto al equipo dirigido por Alejandro Sabella, que cayó ante Alemania en el tiempo suplementario de la final de Brasil 2014, como al de Gerardo Martino, vencido en la definición en Santiago, no les alcanzaba con el alto nivel de juego para recibir elogios. Lo único que los hubiera elevado al olimpo de los dioses del fútbol argentino habría sido levantar algún trofeo. Solo valía ganar. Y no lo hicieron.

La imagen de Lionel Messi llorando tirado en el césped del estadio Nacional recorrió el mundo. Era, otra vez, el capitán de la derrota. Había convertido su penal en la tanda, pero Gonzalo Higuaín y Éver Banega habían fallado. Después del llanto, recibió la medalla plateada, la que no quería, y al instante se la sacó. Un nuevo intento había dado paso a una nueva frustración.

Con ese espíritu derrotista que estaba en al aire, Argentina aterrizó en la Copa América de Estados Unidos 2016 con un objetivo claro: revertir la situación. Ganar el título que se postergaba desde 1993 se había transformado en una obsesión. El equipo del Tata brillaba en la cancha, incluso sin Messi que se perdió el primer partido por un fuerte golpe en la zona lumbar. Su camino hacia la final lo había transitado sin fisuras. Pero otra vez Chile y por penales lo dejó con las manos vacías. Para peor, esa noche Leo falló su remate.

La desilusión fue tal que Messi decidió apartarse de la Selección y lo anunció en los pasillos del estadio MetLife de New Jersey. “Me salió, lo sentía de esa manera, que ya no podía aguantar más todo lo que estaba viviendo”, recordó en una entrevista con ESPN. En los días previos a la final comenzó a florecer el Messi que ya no ocultaba los problemas y levantaba la voz. Una extensa demora en un vuelo fue lo que colmó su paciencia y expresó su enojo hacia los dirigentes a través de las redes sociales.

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Otro que renunció a la Selección con un notable malestar fue Martino. Las deudas económicas, las promesas incumplidas y la falta de respaldo para formar el plantel para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro precipitaron el adiós de un entrenador que no había conseguido títulos pero había plasmado una idea de juego.

Ángel Di María, que se había lesionado en el estreno contra Panamá, aguantó 57 minutos de la final hasta que fue reemplazado. “La lesión que sufrí en la Copa América en Estados Unidos me dolió mucho. Me mató, psicológicamente estaba casi muerto. Fue durísimo y no pude soportarlo. Me costó muchísimo remarla y salir de esa. Encima, el día anterior al partido contra Chile, se había muerto mi abuela”, dijo Di María en una entrevista con Todo pasa en Urbana Play en 2022. Angelito acumulaba lesiones y decepciones en las finales, ya que se había perdido la del Mundial 2014 y solo había podido jugar 29 minutos en la de la Copa América 2015.

Y Nicolás Otamendi, apenas terminado el torneo, sentenció: “Esta fue más dura que la anterior por cómo veníamos y cómo estábamos”.

Messi, Di María y Otamendi son los tres que atravesaron aquellos momentos tormentosos y luego disfrutaron de los éxitos. Y todavía siguen en la Selección Argentina.

Argentina, coronado de gloria, va por otro título

La Copa América 2019 encendió una chispa. El tercer puesto fue poco premio para un equipo que empezaba a carretear rumbo un vuelo sin escalas hacia la gloria. La rebeldía de Messi crecía al ritmo del liderazgo vocal sobre sus compañeros. Ya no solo era el mejor jugador, también motivaba y marcaba el camino a seguir. El apoyo explícito del capitán para Scaloni fue decisivo. El DT se afianzó en el cargo y construyó con cimientos firmes.

En 2021, con restricciones sanitarias por la pandemia y con cambios en las sedes del torneo, Argentina se hizo gigante en la Copa América de Brasil. De un grupo que se unió por una eterna convivencia sin distracciones surgió un equipo que impuso su manera de jugar. Y de ganar.

La victoria en la final contra Brasil en el Maracaná con el golazo de Di María representó mucho más que un título. Fue desahogo, convicción e ilusión a futuro. Si habían triunfado en ese escenario adverso, podrían hacerlo en cualquier otro y en la circunstancia que fuera. En el aire ya no flotaba la derrota.

La Finalísima, con otro gol de Di María, confirmó que el rumbo era el acertado. Todo marchaba bien. Ya no se veían gestos de preocupación en los jugadores. Todo era alegría.

El Mundial de Qatar es lo más fresco en la memoria colectiva. Vale resaltar que con otros antecedentes, la derrota inicial ante Arabia Saudita habría significado un golpe de nocaut y no una advertencia. Pero ese equipo tenía la fortaleza mental y la capacidad futbolística para levantarse. Llegó tan alto como quiso. La copa en las manos de Messi fue el momento cumbre de una historia mágica.

Argentina, en definitiva, vuelve a Estados Unidos para disputar otra Copa América. Ya no llega con la necesidad de ganar para torcer el destino maldito. Pisa firme el suelo norteamericano para demostrar que es el mejor seleccionado del continente. Y del mundo. Hoy el espíritu es ganador.

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