Bienvenida la tarjeta azul

(Por Walter Vargas) La posible incorporación de la tarjeta azul a las normas disciplinarias del fútbol profesional, representaría una buena noticia en el contexto de un universo de lo más conservador y por extensión remiso a las modificaciones positivas.

El fútbol, y tal vez el boxeo (aunque en el pugilismo no hay demasiado margen para las enmiendas, sin serios riesgos de incurrir una franca desnaturalización), se mueven a ritmo elefantiásico.

Basta con desandar el camino y situar cuándo se oficializó la ley de ventaja, cuándo se consumó el gran salto de los tres puntos otorgados al equipo ganador: ¡las tarjetas son empleadas desde 1970!

Es decir, en términos históricos, ¿54 años es un lapso corto o un lapso largo?

Al parecer, sin embargo, desde hace un tiempo no demasiado excesivo han llegado a la IFAB (International Football Association Board) ideas de diversos tenor.

Algunas, plausibles, como por ejemplo la del legendario director técnico francés Arsene Wenger, que sugirió, de forma atinada, que no se invaliden por offside esos goles que según las líneas demarcatorias del VAR (caprichosas a menudo, sospechosas, cuando no), detectan un atacante adelantado por un margen infinitesimal.

En este sentido, a escala universal la prédica futbolera sería “¡basta de las posiciones adelantadas de pixel!”.

Otras ideas están viciada de visos caricaturescos.

La del holandés Marco Van Basten, por caso, que propuso la ejecución de penales en los cuales el delantero empiece a correr hacia al arco desde equis cantidad de metros y se las vea mano a mano con el arquero.

La otra idea “genial” data de hace pocos días, cuando el italiano Gianluigi Buffon dijo, sin ponerse colorado, que los arcos deberían ser más extensos que el entronizado 7,32 x 2,44: ¡Buffon deduce que todos los arqueros del planetas son blancos, caucásicos y gigantes o, peor aún, imagina un fútbol profesional reservado para una elite!

Lo de la tarjeta azul vendría a zanjar una inquietud de vieja data:

¿Cuántas veces nos pasa que, ante determinadas circunstancias, una tarjeta roja nos parece mucho y una tarjeta amarilla nos parece poco? Muchas, ¿verdad?

Entonces, ¿por qué no adoptar célebres hábitos del hóckey y del rugby?

Estaría muy bien mandar diez minutos al banco a jugadores que incurren en la llamada “falta táctica” deliberada, las simulaciones y las protestas al árbitro, airadas y al límite de la falta de respeto, entre otras costumbres negativas.

A primera mirada, y a segunda también, la tarjeta azul se aproximaría de forma sensible a cierta forma de justicia, generaría una sana cultura del escarmiento y por extensión beneficiaría la dinámica del espectáculo propiamente dicho.

Entonces: semáforo verde a la tarjeta azul.

No obstante, ni bien circuló el rumor de la irrupción en escena de la tarjeta azul, la FIFA salió al cruce y emitió un comunicado a través de sus canales oficiales en el que aseguró que las informaciones sobre su aplicación en niveles del fútbol de primer nivel son “incorrectas y prematuras”.

La FIFA subrayó que se harán pruebas en “niveles menores” y que este tema se debatirá el próximo 2 de marzo en la Asamblea General de la IFAB (International Football Association Board).

Con información de Télam

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