James Harden y sus dos caras en Los Angeles Clippers

La pelota controlada en la palma de la mano izquierda. La vista hacia adelante, con los ojos girando como un radar para encontrar al compañero mejor ubicado. El pase de pique sin mirar, preciso, para la culminación de la jugada por parte del interno o el flechazo directo a las manos del tirador abierto para el triple. Así, James Harden genera juego en Los Angeles Clippers. Si no hay opción de pase, por supuesto que recurre al lanzamiento de larga distancia, una de las herramientas principales con las que construyó su carrera.

Cuando La Barba se propone poner el equipo por delante de su individualidad, por ende de su ego, el funcionamiento de los Clippers fluye. El conjunto comandado por Tyronn Lue, quien ostenta la virtud de saber administrar a grandes estrellas, ganó 15 de los últimos 18 partidos, con un saldo de una derrota y un triunfo en el back to back frente a Los Angeles Lakers y Phoenix Suns. Con ese registro, es el mejor equipo de la NBA desde el inicio de diciembre hasta hoy.

En ese período fructífero, el aporte de Harden fue notable: 19,4 puntos y 9,9 asistencias de promedio.

En la reciente victoria como local 138-111 ante los Suns, La Barba repartió 10 asistencias. De los once partidos en los que el base dio al menos diez pases que derivaron en la conversión de un compañero, los Clippers ganaron diez. Según indica el Departamento de Estadísticas de ESPN, desde Chris Paul en la temporada 2016-2017, con 26, ningún jugador de LA Clippers registraba tantos partidos con dobles dígitos en asistencias.

Hasta ahí, Harden es Doctor Jekyll.


LeBron James ataca y vuela hacia el aro. Con 39 años desafía al tiempo y a Paul George que se para delante de él para intentar detenerlo. El Rey la vuelca y deja la foto para el póster. Si prestamos un poco más de atención veremos como Harden le pone la alfombra roja a LBJ para que dé el primer paso hacia ese tremendo salto. Y luego mirará asombrado. Instantes más tarde, LeBron atacará a Harden, quien no opondrá resistencia alguna.

La noche siguiente, La Barba perderá una pelota con Bradley Beal y ni se molestará en perseguirlo en el recorrido del guardia de los Suns hacia la canasta.

La pasividad defensiva de Harden no es una novedad, pero no deja de llamar la atención. Invita a que lo ataquen y también a que sus asignaciones busquen rebotes ofensivos. Todos saben que él no hará el cerco reboteador.

Para defender bien se necesita del compromiso de los cinco jugadores que están en cancha. Cuando uno de esos es Harden, la situación se complica. No es solo una cuestión de actitud, pero es lo mínimo que se le pide a un basquetbolista de ese nivel.

Ahí, Harden es Mr. Hyde.


Harden llegó a Los Ángeles envuelto en un escándalo. Uno más. Se fue de Philadelphia 76ers. tras acusar de mentiroso a Daryl Morey, el directivo que había depositado en él toda su confianza como ya lo había hecho anteriormente en Houston Rockets. En los dos lugares, los caprichos de La Barba prevalecieron hasta irse porque ya no había punto de retorno. Demasiado ego. También se marchó en malos términos de Brooklyn Nets.

Hasta ahora, rompió todo lo que construyeron a su alrededor. La aventura en los Sixers tenía destino de gloria, especialmente por el nivel de Joel Embiid. Pero Harden se encargó de destruir el proyecto.

El deseo de ser campeón por primera vez en las quince temporadas que acumula en la NBA es lo que condujo a Harden hacia las luces de Los Ángeles. Puede que sea su última oportunidad. Debe entender que para lograrlo necesita encajar en el sistema y no considerar que él “es el sistema” como dijo cuando llegó a los Clippers. El equipo necesita que los protagonistas sean Kawhi Leonard y George. Si Harden lo comprende y actúa en consecuencia las posibilidades crecerán. Si no lo hace, quedará para siempre como Mr. Hyde y no habrá pócima para volver a ser el bueno de la historia.

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