Las viejas heridas y odios de las guerras de los Balcanes se cuelan en el Mundial

“Knin 95. Nadie corre como Borjan”, rezaba la bandera hecha con sobre una imagen promocional de los camiones John Deere. Para la mayoría de los espectadores que estaban en la cancha donde Croacia y Canadá jugaban este domingo y para los millones que lo seguían por la televisión en todo el mundo el mensaje no tenía sentido. Sin embargo, para el arquero del seleccionado canadiense, Milan Borjan, la agresión, el insulto, el mensaje de odio era claro: Knin era la ciudad de mayoría serbia en Croacia donde había nacido en 1987 y de donde se tuvo que escapar con su familia cuando tenía apenas ocho años, en 1995. Escaparon junto a cientos de miles de serbios de lo que creían sería una muerte segura en una ofensiva militar croata para poner fin al intento de secesión de esa región y la imagen de ese éxodo fueron los tractores de los convoy de refugiados, tractores como los que hace John Deere. 

La agresión no se quedó solo en la bandera. El grupo de hinchas croatas que levantaba el trapo verde y amarillo con pasión también le gritaba una y otra vez la palabra “Ustacha”, una palabra que seguramente ya alertó a más espectadores de lo que estaba sucediendo. Los Ustacha eran una milicia croata creada en el período de entreguerras para intentar desestabilizar la entonces joven Yugoslavia, un estado con muchas naciones nacida del fin de la Primera Guerra Mundial. Eran racistas y tenían una mirada religiosa extrema que los llevó a cometer masacres contra las comunidades judías, serbios, los gitanos, especialmente una vez que las fuerzas de la Alemania Nazi invadió el país y lo dividió en dos: Serbia y Croacia, este último con los Ustacha en el poder. 

Durante el partido, Borjan no les contestó, solo les hizo un gesto: levantó tres dedos de su mano derecha, un saludo reconocido por cualquier oriundo de los Balcanes como “el saludo nacional serbio”. Más tarde, fuera de la cancha, sí habló. “No tengo nada que comentar sobre eso. Escuché que me gritaron e insultaron. Esto demuestra que son primitivos y deberían trabajar sobre ellos mismos y sus familias. Porque obviamente tienen cierta frustración y vinieron acá a ventilarla”, respondió el arquero del seleccionado canadiense cuando le preguntaron por lo que había vivido durante el partido que terminó con un fulminante 4-0 a favor de Croacia, que dejó afuera del Mundial a Canadá.

Sin embargo, ni la decisión de Borjan de no responderles ni la victoria sobre el campo de juego fueron suficientes para parte de la hinchada croata. Luego filtraron su número de teléfono personal, se viralizó e inmediatamente el buzón de mensajes se llenó de insultos, igual de racistas y violentos que los que había escuchado en persona hacía solo unas horas. 

Borjan, el refugiado serbio que eligió jugar como canadiense

El arquero canadiense nació en una familia serbia en la hoy extinta Yugoslavia. Apenas tres años después, el país ya se resquebrajaba y nacía Croacia. Su ciudad, Knin, era de mayoría serbia pero quedó dentro del territorio del nuevo Estado europeo. Eran años de mucha tensión, violencia, sectarismo, en los que la idea de secesión y construcción de un nuevo país no parecían imposible. Todo estaba en ebullición. Por eso, un grupo de rebeldes serbios de la región de Knin proclamaron en 1990 la creación de la Región Autónoma Serbia de Krajina, un Estado independiente de Croacia. 

En alguna entrevista, hace mucho tiempo, cuando le preguntaron de dónde era originario, Borjan aseguró que de la Región Autónoma Serbia de Krajina.

Esta cruzada independentista, sin embargo, no prosperó. En 1995, en la llamada “Operación Tormenta”, las fuerzas croatas arrasaron la región, tomaron el control y destruyeron cualquier resistencia armada serbia. La violencia fue tan desproporcionada, que más de 300.000 serbios abandonaron sus casas y todo lo que tenían, y escaparon. La familia de Borjan fue una de las miles que se convirtieron en refugiados. Se fueron primero a Belgrado, la capital de Serbia, pero luego migraron a Canadá en 2000. 

Borjan tenía apenas 13 y, como todo joven nacido y criado en los Balcanes, el fútbol era una pasión incuestionable. Sin embargo, en su nuevo país este deporte era apenas un juego que jugaban los niños en la escuela. Ni una pasión nacional ni un deporte profesional competitivo a nivel internacional como siempre lo fue Yugoslavia y luego mucho de los Estados en los que se dividió. 

Por eso, cuando empezaba a despuntar una verdadera aptitud se fue a jugar afuera. Primero América del Sur. Jugó en Nacional en Uruguay y en 2008 atajó para Quilmes en Argentina. Luego, dejó la región y volvió a Belgrado donde se convirtió en una figura protagónica de la liga local en 2010 y 2011. 

Justo allí, cuando estaba en su mejor momento, Canadá lo convocó para ser parte de su seleccionado. Profesionalmente la oferta no era la más tentadora. Canadá solo había calificado para el Mundial una vez en 1986 y aún no estaba ni cerca de figurar entre los equipos fuertes del continente. Además, Borjan tiene doble ciudadanía y podía aspirar a que lo convocara Serbia. 

“Elegí Canadá. ¿Por qué? Porque Canadá ayudó a mi familia y le quiero devolver a Canadá”, le contó al medio local BTSVancity en 2019, según reprodujo el diario Toronto Star

Borjan jugó los últimos 11 años en la selección canadiense y, finalmente, en marzo pasado, el equipo consiguió clasificarse por segunda vez en la historia para disputar un Mundial

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