La hora más dolorosa del seleccionado argentino en los Mundiales de fútbol

Cuando todavía no gozaba del rodaje ni la competencia con otros rivales que no fuesen los estrictos que enfrentaba en el continente, el seleccionado argentino de fútbol vivió hace 65 años su hora más dolorosa.

Ocurrió un 15 de junio de 1958 en la ciudad de Helsinborg. La catastrófica derrota en la Copa del Mundo quedó inmortalizada como el “Desastre de Suecia”. Ese 1-6 lacerante propinado por Checoslovaquia, en la primera fase, dejó una huella histórica.

Conducido por el DT Guillermo Stábile, el representativo albiceleste ganó sin mayores objeciones el Sudamericano de Lima 1957. Fue el equipo bautizado como los ‘Carasucias’, con Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Enrique Omar Sívori como estandartes.

En las eliminatorias sudamericanas clasificatorias, el equipo argentino dejó en el camino a Bolivia y Chile para regresar a una cita ecuménica 24 años después (su anterior paso había sido en Italia 1934, con jugadores amateurs).

Los cracks del Sudamericano en Perú (Maschio, Angelillo, Sívori) no fueron liberados por sus flamantes equipos italianos, que no les dieron el permiso para participar del Mundial.

El presidente de AFA de aquel entonces, Raúl Colombo, no ejecutó demasiada presión en su rol dirigencial. “No hay que hacerse más problema, a nosotros nos sobran jugadores”, dijo. Resultó el preludio de la hecatombe

Entonces para el Mundial sueco, el técnico confió en aquellos futbolistas que se destacaban en el plano local. Así, a pesar de acreditar un bagaje profuso y ser mayores de 30 años, el arquero Amadeo Carrizo y el centrodelantero Angel Labruna, íconos de River PLate, integraron la nómina del conjunto argentino.

También estuvieron en la lista el puntero derecho Orestes Omar Corbatta (que deslumbraba en Racing Club), el centrocampista Néstor ‘Pipo’ Rossi (dueño de las batallas del medio con la camiseta de River) y Norberto Menéndez, quien ya asumía habitualmente la titularidad en la entidad ‘millonaria’.

Checoslovaquia, un seleccionado del que se conocía muy poco (como todos aquellos que pertenecían a la órbita socialista en esa época), había entrado al Mundial, tras prevalecer sobre Gales y Alemania Oriental. Y ya empezaba a moldear el equipo que -posteriormente- se clasificaría subcampeón mundial en Chile 1962.

“Fuimos con los ojos vendados. No estábamos preparados ni física ni tácticamente para afrontar tres partidos en una semana”, consideró Labruna más tarde, para dar cuenta de que el tropiezo no constituyó “una mala tarde y nada más”, como suele esgrimirse en el fútbol moderno, cuando se da este tipo de resultados.

El propio artillero de River había sido convocado de urgencia, por lesión de Roberto Zárate. El goleador, con 39 años, estaba fuera de su peso ideal, con “siete kilos de exceso”, tal como él mismo confesó.

La primera anormalidad en ese Mundial se dio en el partido debut con Alemania (campeón en Suiza 1954), que terminó en derrota por 3-1.

La televisión sueca planteó que ambas camisetas, de tonos claros, eran parecidas. Entonces se hizo un sorteo, el equipo argentino perdió y debió alistarse con un juego de casacas del Malmo FC, de color amarillo.

Corbatta abrió la cuenta a los 2 minutos del partido y parecía que el equipo de Stábile consumaba un estreno triunfal. “Este torneo es pan comido” se había dicho desde el ámbito dirigencial. Pero los germanos dieron vuelta la historia con dos tantos de Helmut Rahn y uno de Uwe Seeler.

En el segundo encuentro del grupo, el 11 de junio, el conjunto albiceleste encontró una mueca de satisfacción. Le ganó por 3-1 a Irlanda del Norte y quedó la sensación de que el debut “sólo fue un mal paso”. El apuntado Corbatta (de penal), Menéndez y el volante identificado con Mar del Plata, Ludovico Avio, decoraron la victoria argentina en Halmstad.

Cuatro días más tarde, el estadio Olimpia de Helsingborg, resultó el escenario de la más dura caída de un combinado albiceleste a lo largo de la historia.

“Hay que decir las cosas como fueron: no sabíamos quiénes eran ni cómo jugaban. Si lo hubiéramos sabido, tal vez perdíamos igual, pero seis no nos hacían”, reveló Carrizo en posteriores declaraciones a la revista ‘El Gráfico’.

Milan Dvorak, Zdenek Zikan (2), Vaclav Hovorska (2) y Jiri Feureisl anotaron para los checos que, pese a la victoria, no lograron pasar de ronda, porque más tarde perdieron un encuentro desempate con Irlanda del Norte (1-2), al igualar ambos en 3 puntos.

El ‘Loco’ Corbatta consiguió el descuento, penal mediante, cuando el marcador ya era irremontable, con tres goles de desventaja.

“Si ellos hubieran puesto más ganas, nos hacían 8 o 9” amplió Amadeo, uno de los jugadores más cuestionados por los simpatizantes argentinos, tras la inédita paliza.

El regreso al país resultó una verdadera travesía. “Las críticas periodísticas exaltaron a la gente. Fuimos recibidos por una lluvia de monedas y otros objetos”, recordó Carrizo a Télam muchos años más tarde.

“Además, pareciera hecho a propósito, el avión no aterrizó en la pista habitual de (Aeropuerto) Ezeiza sino que lo hizo en un terreno descampado, cerca de una chacra en Monte Grande” evocó el guardavallas, fallecido en 2020.

“Bajamos y tuvimos que ir caminando hasta la terminal. En vez de protegernos, el destrato”, se quejó Amadeo.

“La cosa siguió con cada uno de nosotros en el torneo local. Durante ese año (1958) me silbaron y abuchearon en cada una de las canchas que jugué que no fuera la de River. Hasta ‘vendepatria’ me gritaron”, evocó.

La derrota, obviamente, trajo sus consecuencias. Stábile renunció a su cargo, luego de 19 años, mientras que Colombo también fue eyectado de su puesto en AFA, a partir de la “improvisación y desorganización” exhibida.

Con información de Télam

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